Francia: operación policial contra la secta Tabitha’s Place por su violencia contra los niños

Fuente: Infocatolica-19 junio 2015

http://infocatolica.com/blog/infories.php/1506190443-francia-operacion-policial-co

Luis Santamaría, el 19.06.15 a las 4:47 PM

Los diez miembros de la secta Tabitha’s Place (el lugar de Tabitha) que fueron arrestados el pasado 16 de junio después de una operación policial de la Gendarmería francesa en su local de Sus (Pirineos Atlánticos) fueron puestos en libertad ayer, 18 de junio, tal como anunció el fiscal de Pau, Jean-Christophe Muller. Lo leemos en el diario galo Le Monde.

Los diez líderes de la comunidad –nueve hombres y una mujer– fueron objeto de una investigación judicial abierta en marzo de 2014 por el fiscal Muller, debido a las acusaciones de un ex adepto del grupo sobre determinados “hechos de abuso de la vulnerabilidad en el contexto de un movimiento de carácter sectario y hechos de violencia contra menores de edad”, así como las sospechas de trabajo oculto y de trabajo infantil.

Los menores de edad presentes en la comunidad también han sido entrevistados y examinados por los médicos. Cuatro de ellos, hermanos de la misma familia entre los 18 meses y los 13 años, han sido llevados a los servicios sociales del Consejo General después del descubrimiento de “vestigios recientes de castigos corporales”, que forman parte de un “modo de educación” reclamado por la secta, que alega cumplir así estrictamente los preceptos de la Biblia. El fiscal de Pau señala que los otros niños que viven en la comunidad podrían, también, haber sufrido violencia.

Justificación de la violencia

Según la Misión Interministerial de Vigilancia y Lucha contra las Derivas Sectarias (MIVILUDES, organismo gubernamental), “el castigo físico está reglamentado y graduado” dentro de la secta, con golpes de varilla de mimbre o de regla en diferentes partes del cuerpo. Para justificar esta violencia, los defensores citan un versículo de la Biblia: “La necedad está ligada al corazón del niño; la vara de la disciplina la alejará de él” (Prov 22,15).

Durante la operación, que había movilizado a unos 200 gendarmes, 114 personas han sido identificadas en los locales de la secta en Sus, incluidos 48 menores de edad. En marzo de 2002, 19 miembros de Tabitha’s Place fueron condenados por el Tribunal de Apelación de Pau por “evasión de las obligaciones legales de los padres”, algo que incluía negarse a la escolarización y a la vacunación de sus hijos. En 1997, un niño de 19 meses murió en la secta por falta de alimentación y cuidados. Sus padres fueron condenados a doce años de prisión.

La muerte de un niño

Precisamente a este suceso, la muerte de un niño, dedicó el diario español El País un reportaje el 8 de abril de 1997, con el título “Los delirios de la pureza”. Estaba firmado por Octavi Martí, y reproducimos algunos extractos a continuación.

Raphael medía 75 centímetros y apenas pesaba cuatro kilos y medio, la mitad de lo que hubiese sido normal en un niño de 19 meses. Padecía del corazón y estaba resfriado, pero sus padres no querían que viese a médico alguno. “Nuestro objetivo es que nuestros hijos sean responsables. Es Dios quien nos los ha dado y no podemos confiarlos a cualquier desconocido. La vida que llevamos es muy sana, y ésa es la mejor prevención contra las enfermedades.

A Raphael Ginhoux, esa vida le ha llevado a la muerte. El drama estalló el pasado 3 de abril, cuando Raphael murió en Angous, una pequeña población del departamento francés de los Pirineos-Atlánticos. Él y sus dos hermanos crecían junto a sus padres, Dagmar, de 34 años y nacida en Alemania, y Michel, de 36 y abundantes barbas de profeta, en el seno de una comunidad del Orden Apostólico, también conocida como Tabitha’s Place.

Se trata de una secta que organiza su vida a partir de una lectura fundamentalista de la Biblia, tal y como la instituyó Elbert Eugen Spriggs desde Vermont, en Estados Unidos. En Tabitha’s Place está prohibida la televisión, las novelas y las revistas. No hay lugar para la ficción y las imágenes en un universo de pureza. El alcohol y el tabaco tampoco son admitidos.

La comunidad se dedicaba a la artesanía y cultivaba frutas y vegetales biológicos naturales, crecidos sin ningún tipo de abono artificial y no tratados con insecticida. Si las manzanas pueden resistir todas las plagas, ¿por qué los niños no serían capaces de lo mismo? De ahí que ninguno de ellos esté vacunado.

Raphael no ha tenido tiempo para descubrir que los juguetes están prohibidos en el Orden Apostólico porque “son obra de Satán”, ni tampoco había visto aún cómo sus travesuras eran corregidas a golpes de vara de fresno bañada en aceite. Era demasiado pequeño para saber que “la disciplina aproxima a Dios”.

Tampoco sabía que iba a ser distinto de los demás niños de Angous porque él, como sus hermanos, no iría a la escuela. En Francia, la instrucción es obligatoria, pero no la escolarización. Los padres pueden impartir esa instrucción, máxime si cuentan con la ayuda de otros miembros del Orden Apostólico.

Aseguran vivir como los primeros cristianos

Siguiendo con el artículo de El País de 1997, leemos que la justicia francesa, que ha ordenado a la policía que investigue los locales de la secta y a una docena de médicos que controlen la salud de los 75 niños, se siente impotente ante casos como éste. Ha dictado un auto de procesamiento contra Michel Ginhoux y su esposa, Dagmar, por “no prestar atención médica, lo que ha provocado la muerte de un menor”. El resto de los miembros de la comunidad también pueden verse procesados por “no atender a una persona en peligro”.

De momento, Dagmar se ha negado a responder a las preguntas que le ha formulado el juez Thierry Pons porque espera la llegada de un abogado del Orden Apostólico que la aconseje. Sus compañeros de delirio han intentado tranquilizarla recordándole los razonamientos que ellos mismos se repiten cada día: “somos como los fundadores de la primera Iglesia, somos como los cristianos de hace 2.000 años y, como a ellos, se nos persigue”.

Por su parte, el alcalde de Angous se lamenta: “no puedo hacer nada para expulsarles, pues pagan sus tasas y sus impuestos de radicación. Es cierto que primero construyen y sólo luego piden el permiso, pero eso no es importante”. “Lo grave es que los niños no van a la escuela, que no están vacunados, que nadie sabe si reciben malos tratos. No tengo derecho a cruzar la verja del castillo”, añade.

 

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