Mi hijo está secuestrado
Fuente: La opinion de Malaga
Un joven lleva dos meses sin saber nada de su bebé después de que su compañera se fuera con él a una “organización espiritual” con sede en Nerja
Idoya Ronzón. Oviedo
15 diciembre 2008
La voz de Iván Méndez suena a desesperación. Hace más de dos meses que no ve a su hijo Rafael, de nueve meses, “secuestrado”, asegura, por su madre, que decidió unirse a Las Doce Tribus, una “organización espiritual” que él y numerosos expertos califican de “secta destructiva y alienante” y que tiene centenares de adeptos en todo el mundo.
La “desaparición” de su compañera y el bebé ha llevado a Iván a Asturias: a Agones, en Pravia, donde Las Doce Tribus tienen una granja y donde él tiene constancia de que está su hijo.
Iván Méndez, de 30 años, es de Barcelona, aunque hasta que su vida se convirtió en una búsqueda angustiosa vivía en Órgiva (Granada) con el niño, su compañera y dos hijos más de ésta, de 5 y 10 años, de una relación anterior.
Las Doce Tribus. Los adeptos de Las Doce Tribus no ven la televisión, ni escuchan la radio, ni leen periódicos. Su modelo de vida está inspirado en el Antiguo Testamento: llevan la vida tribal de los primeros creyentes, incluso en su vestimenta. Trabajan de sol a sol, practican la circuncisión a sus hijos y no los llevan a la escuela. Y según Iván, defienden el castigo físico a los menores: los “golpean con una vara”.
Iván se ha puesto en manos del abogado ovetense Pedro Menéndez Prieto. No quiere que su hijo viva así, “quiero sacarlo de ahí”, afirma. El defensor del menor de Andalucía ha decidido investigar la situación de los niños de esta “comunidad”.
La historia comenzó con el nacimiento de Rafael. La relación con su compañera, Cintia, no iba bien. “Estaba muy nerviosa, agobiada con los niños. Un día, su hermano le comentó que había conocido Las Doce Tribus, en Nerja, y pensó que podían ayudarla”. El pasado 22 de agosto, la mujer se trasladó a la comunidad. Pasó allí la noche y cuando Iván habló con ella la vio “satisfecha”.
“Me dijo que aquello estaba bien, que podíamos vivir los cuatro allí, en la naturaleza. Al principio parecía una comuna normal, sin nada extraño, daban una buena imagen”.
Iván dejó su trabajo de jardinero y, mientras su familia se adelantaba, él empezó a vaciar la casa. Hablaba con su compañera a diario. Y ya empezó a sospechar: “Me decía cosas extrañas, que allí había gente conectada con Dios”.
Cambios. A finales de septiembre, Iván fue a Nerja. Y al llegar, le espetaron que la pareja no podía vivir junta en la misma roulotte por no estar casada. “Luego me dijeron que ella y sus tres hijos se tenían que marchar a San Sebastián. Yo, claro, me opuse”.
Pero aquello no había hecho más que empezar: “Me restringían estar en la zona donde ella residía con los niños, sólo me dejaban estar con ellos en unas reuniones que organizaban, a las seis de la mañana y a las cinco de la tarde. Siempre me ponían a una persona al lado, para adoctrinarme, y ella estaba rodeada de dos mujeres”.
“Pegan a los niños, con una vara. Yo lo he visto”, asegura Iván, que señala que “en Las Doce Tribus tienes que bautizarte para morir y volver a nacer y, al hacerlo, tienes que donar tus bienes. Cintia no tenía nada, ni casa ni dinero, pero sí sus tres hijos”.
En un arranque de desesperación, Iván se fue a Barcelona a ver a su familia. Y de pronto “un día la hicieron desaparecer, a ella y a los niños”.
El pasado noviembre Iván viajó a Asturias y se presentó en Las Doce Tribus. “Me negaron ver a mi hijo”, afirma desconsolado. Además, Cintia cursó una denuncia contra él por malos tratos para mantenerlo alejado, que finalmente el juez dejó sin efecto al entender que carecía de fundamento.