«No te llevarás al niño; así lo dice la Biblia» Un grupo «cruel y autoritario» oculto «bajo un manto de paz y amabilidad exquisita»
Fuente: La Nueva España
21 diciembre 2008
LA NUEVA ESPAÑA acompaña a Agones al catalán que asegura que su hijo está retenido por la organización Las Doce Tribus
Iván Méndez logró salir con el niño por una ventana, pero luego tuvo que devolverlo ante las exigencias de la madre
El joven catalán que denunció que su hijo estaba secuestrado por una secta de Agones (Pravia) se trasladó esta semana a Asturias para ver a su hijo. Lo logró. En un intento desesperado de sacar al pequeño de Las Doce Tribus, y comprobar que se encontraba bien, Iván salió por la ventana de la casa de la comunidad. Fue denunciado por intento de secuestro. LA NUEVA ESPAÑA fue testigo de su angustia.
Agones (Pravia),
Idoya RONZÓN
Oviedo, I. R.
Iván Méndez aterrizó en el aeropuerto de Asturias el martes, desde Barcelona. Llegó solo, y nervioso. Más de dos meses removiendo cielo y tierra habían dado sus frutos: sabía -creía saber- que su hijo, Rafael, de nueve meses, se encontraba en Agones (Pravia), en una casa de la comunidad de Las Doce Tribus, una «organización espiritual» que él y numerosos expertos en la materia califican de «secta destructiva y alienante» y que cuenta con centenares de adeptos en todo el mundo. Su ex compañera, Cintia, había desaparecido con el pequeño el 8 de octubre, sin dejar rastro. Ni un aviso, ni una llamada, ni un «estamos bien». Nada.
Encontrarlos no había sido fácil y la única idea que rondaba por la cabeza de Iván cuando tocó tierra en Asturias era la de ver al niño. LA NUEVA ESPAÑA viajó con él el miércoles hasta la localidad praviana, donde el joven consiguió por fin penetrar en la vivienda de la comunidad, en la que -explica- fue encerrado en una habitación con llave. La que sigue es la crónica del intento desesperado de Iván para que su hijo no viva condenado «en una secta» en la que asegura que los niños sufren malos tratos físicos, no están escolarizados, no existe un contacto normalizado con «el exterior» y la forma de vestir de sus adeptos recuerda a una representación teatral del Antiguo Testamento.
Tres y media de la tarde. Miércoles, 17 de diciembre. Hasta Agones se desplazó Iván -30 años-, una abogada del despacho de Pedro Menéndez Prieto -que le representa en este -, LA NUEVA ESPAÑA y dos periodistas de Tele 5 venidos desde Madrid y que colocaron al joven una cámara oculta para no perder detalle de lo que ocurría en el interior de la casa. Sobre las cuatro y media, Iván llamó a la puerta de la vivienda, con la cámara captando cada uno de sus movimientos. Le abrió uno de los miembros de Las Doce Tribus: barba negra y poblada, y ropa oscura, amplia, austera.
-Quiero ver a mi hijo. ¿Me vais a dejar verlo?-, preguntó Iván.
-No-, le contestó el hombre.
-Por favor, por humanidad, quiero ver a mi hijo-, volvió a pedir Iván. Tengo claro lo es que es este sitio.
-Si es así, ya te puedes ir-, le respondió de nuevo el miembro de la organización.
Iván dio entonces media vuelta, farfullando un «Vosotros veréis lo que hacéis. Yo no me voy a quedar parado». Entonces, el hombre le llamó, le pidió que se acercara y le permitió entrar en la casa.
Iván fue introducido en una habitación «que cerraron con llave», asegura. Con él estaban dos adeptos de Las Doce Tribus: el que le había abierto la puerta, que identificó como Malak, y otro, de nombre David. Al poco bajó Cintia.
-Ni siquiera eres dueña de tus actos-, le dijo Iván-. Están pensando por ti. Quiero ver al niño.
Según relata Iván, la mujer miró entonces a los dos hombres que estaban con ellos en la habitación, «como pidiendo aprobación». Uno de ellos asintió con la cabeza y le llevaron al pequeño. Hacía dos meses que no lo veía. «Ellos me repetían que no había entendido su mensaje», explica Iván, sobre el que no pesa ninguna resolución judicial que le prive de ver o estar con su hijo cuando lo desee. Desde el punto de vista legal, tanto derecho tiene él como la madre del pequeño.
-Vosotros pensáis de una manera, igual que hace 1.500 años. En la Inquisición, se pensaba de otra-, les replicó Iván.
-Sabemos que podemos acabar así-, le contestaron, con tranquilidad.
El joven pidió permiso para sacar al niño fuera de la casa, con la excusa de dar un paseo. En realidad, explica, quería comprobar que no había sufrido ningún daño físico y que no le habían practicado la circuncisión. «Las Doce Tribus permite el castigo físico a los niños. Una vez allí, tienes que “bautizarte” para morir y volver a nacer y, al hacerlo, has de donar todos tus bienes. Cintia no tenía nada, ni casa ni dinero, pero sí tres hijos (dos de una relación anterior) para entregar».
Los dos hombres que acompañaban a Cintia, que seguían con la mirada todos sus movimientos, asegura, le dijeron que no, que no podía sacar al niño de allí. «Cintia se puso entonces de pie, como un muelle. “No te llevarás al niño”, me dijo. “El niño no saldrá de aquí porque así está escrito en la Biblia”. Y empezó a gritar “¡Malak, Malak, cógelo”». Iván vio detrás suyo un ventanal grande, a unos treinta centímetros del suelo, lo abrió sin pensar y salió de la casa, con el niño en brazos.
Iván fue entonces a donde se encontraban su abogada y LA NUEVA ESPAÑA en una explanada situada a escasos metros de la casa. Al poco tiempo, llegaron varios miembros de la comunidad, persiguiéndole a bordo de dos coches de alta gama, y una patrulla de la Guardia Civil.
Iván, de mano de su abogado, solicitará vía judicial la guarda y custodia del niño. Aún no da crédito a lo que le sucede.
Según el letrado, Pedro Menéndez Prieto, «debajo de ese manto de paz espiritual y amabilidad exquisita que proyectan los dirigentes de Las Doce Tribus, se esconde un grupo de auténtica manipulación psicológica que, cuando no se sienten observados, llegan a adoptar un comportamiento autoritario, cínico y cruel. En todo momento, creen estar en posesión de la verdad absoluta. Este comportamiento coincide plenamente con la definición de secta coercitiva surgida en la Conferencia de Wingspreade: «Grupo o movimiento de características totalitarias, presentado bajo la forma de asociación o grupo filosófico, cultural, científico, comercial, terapéutico, político, religioso o de cualquier otra temática, que exige una absoluta devoción o dedicación de sus miembros a alguna persona o idea, mediante el uso de técnicas de manipulación, persuasión y control, con objeto de conseguir los objetivos del líder y del grupo, provocando en sus adeptos una total dependencia».